FRANCISCO MADRID (Escrit a "El Diluvio" del 10 de maig de 1921)






Pilar, así la llamamos en la intimidad; Pilar, y así saboreamos su nombre como si fuese un sabroso dulce, Pilar.

Pilar es menuda, nerviosa e inquieta -esta santa inquietud espiritual que se refleja en su rostro-. Pilar sonríe a todo, con una risa entre maternal y de conformada hermana de la caridad. En los ojos de Pilar centellea una llama de genio y de dolor; de mujer aventurera y de mujer de su casa; de mujer que ha silenciado la posesión del secreto de la Naturaleza y quiere conocer el de la vida, estancada, no obstante, su existencia, en un remanso de paz mallorquina en el cual es constante el recuerdo cartujano de la muerte. Pilar anda con una serenidad -aunque sea paradójico- algo nerviosa, llena de un fuego de vida. Así son los gestos y las palabras de Pilar -¡sus palabras, que son pocas y que detiene en su boca como para gustarlas!




Pilar es una mujer de una fuerte sensibilidad, oxigenada constantemente por la pureza del campo y del mar mallorquín. Y en todas partes la sombra y la estela de Pilar dejan un perfume de santidad y de buenaventura, lo mismo en su casa, llena de cuadros y de chiquillos, que en la Iglesia de la Cartuja bajo la santa policromía de la luz cenital; lo mismo en el campo cuando pinta o como cuando se encarama a una roca lejana para mejor adorar una puesta de sol; lo mismo en el templete griego de Miramar, perfumado por las brisas de Paganía, como en la ermita perdida de Valldemosa... En todos los lugares por donde pasa Pilar queda un detalle, algo, en el que descubrimos el gusto y el cariño de Pilar. Porque Pilar ama todas las cosas con un amor pecador y santo.





Pilar abre las puertas de su casa a todo aquel que pasa por Mallorca y es amigo de las artes y de las letras y ha tenido en su casa a Rubén Darío y a don Miguel de Unamuno; a Gabriel Alomar y a Eugenio D’Ors; a Azorín y a Joaquín Montaner; a Santiago Rusiñol y a Sebastián Junyent y a otros que han llegado a Mallorca y han encontrado a esta dama, todo delicadeza y encanto.



Pilar Montaner de Sureda... Pintora, con un estilo propio, un poco descuidado y limpio, ha ido trasladando a sus telas lo que sus ojos vieron y ¡han visto tantas cosas y de tal manera, que sus cuadros son alma de su alma! No ha puesto ni más ni menos; ha pintado lo que ha visto con precisión y exactitud y de no haber mirado y admiraba como pintaba Pilar, diríamos que aquellos apuntes de las calas son ensueños del alma, fantasía pictórica de Pilar, porque parecen talmente bellas alucinaciones de un país de cuento infantil.

Pilar tiene una paleta rica de colores y un dibujo valiente, impresionista, impresionante e impresionable.

Cuesta creer que las pinturas de Pilar Montaner sean de una mano femenina, eternamente femenina, de una feminidad inquietante y cordial.

Pilar Montaner tiene una llama en sus ojos de paz, de paz, de paz,..

Francisco Madrid