[...] Yo recuerdo la mañana de luz en que, feliz y henchido de alegría de vivir amanecí ante la gama de azules cielo y mar en que se miraban las casas blancas, dominadas por la infinita nobleza de la catedral; recuerdo los paisajes, que algunas veces eran como admirables esmaltes; otras, tenían la gracia ambigua de las estampas japonesas; algunas, en fin, la línea torturada y retorcida de los paisajes de Doré. Líneas, luz, colores, todo es maravilloso y sorprendente en aquella isla de orfebrerías.
Comprendo la tentación de nuestros artistas, la atracción misteriosa e invencible a fijar aquello, a pintar aquello, a tratar de sobrevivir al “momento luminoso". Pero para ello hace falta sentir hondo y poseer el dominio de la técnica; y eso pocos lo poseen.
Mir, Rusiñol, Regoyos, Castellanos, nos han dado muy bellas visiones de Mallorca, y sin embargo... Sin embargo, entre las más hermosas, fuertes e intensas están las que ahora nos ofrece Pilar Montaner de Sureda. [...]
Antonio de Hoyos y Vinent