Gabriel Alomar, traducció







...] Hay, por de pronto, en sus pinturas, esa inconfundible vibración de alma que parece un mariposeo de la llama personal sobre la indiferencia aparente de la naturaleza. He dicho mariposeo, y ahora me doy cuenta de la pobreza involuntaria de esta palabra. Ponga a la artista ante cualquier forma natural de belleza. Los temperamentos vulgares no sabrían deponer sobre esa forma la proyección de su espíritu. Pero la artista se revela desprendiendo con delicadeza su psiquis y haciéndola mariposa finamente sobre aquellas apariencias, ungidas de infinito, para extraer la belleza que revelará después en la obra de arte, mezclándola con su propia belleza de artista.


Yo diría que con todo y una detenida y refinada educación artística, las condiciones nativas superan aún a las educativas en su personalidad. Ella no ha sufrido el martirio tecnicista de las academias, su alma ha eclosionado como una flor silvestre bajo la luz vivificadora y fecunda de Mallorca, que ella como nadie, ha podido absorber.



Los paisajes tienen una ligereza de gradaciones que los compenetra con la diafanidad donde se sienten inmersos más que discernir acerca de la luz-esa luz mallorquina, tan poco propicia a la sugestiva escala de términos-, diríamos que exhalan luz, como una natural emanación, mejor aún, como una vibración.


Gabriel Alomar, 1917


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